Luego de nuestro Fin de Semana nos reencontramos como esposos y con Dios. Se repitió en nosotros ese primer milagro de Jesús en Caná de Galilea. Nuestro amor era como agua y ahí se transformó en el mejor vino. Ahora nos comunicamos profundamente, nos amamos y aceptamos tal como somos…
En el Fin de Semana empecé a mejorar y valorar la comunicación y el diálogo con Dios en la oración y con mis hermanos. Reconocí el valor de escuchar a los demás sin prejuicios, resaltando sus fortalezas y virtudes, abrazando con humildad nuestras debilidades. Ningún sacerdote católico debería perder esta oportunidad de fortalecer su sacramento participando en un Fin de Semana de Encuentro Matrimonial Mundial. En Ecuador puede vivir esta gran experiencia que en Kenia, mi país, no la encontré.
El Fin de Semana de Encuentro Matrimonial Mundial transformó nuestro amor. A partir de esta experiencia comprendimos que dando lo mejor del uno al otro, nuestro matrimonio y nuestra familia se llenan de gozo, se hacen más fuertes y nos permite vivir sintonizados con Dios. No dejen de vivir esta experiencia.